"Quizás... Quizás nunca llegues a leer esto. Es más, es seguro que nunca leerás esto. Mírame, tú... Todos creísteis en mi y yo ni si quiera soy capaz de decirte lo que pienso ni a través de una carta. Pero no porque yo no quiera. Si no porque no puedo.... No debo hacerte más daño del que te he hecho ya. No te lo mereces.
No sé qué pensarás ahora de mí, que pensaréis todos de mí. Aunque sinceramente eres tú quien más me importa. No sé si me odias. Aunque no podría juzgarte por algo así. Realmente estás en todo tu derecho de hacerlo. ¿Pedirte perdón? No podría encontrar palabras, gestos suficientes con los que disculparme. No entiendo cómo pudiste pensar ese día que lo que dije era cierto. ¿Qué eras débil? ¿Tú? Mírame. Ahora no me queda propósito por el que luchar. No... No es que no me quede un propósito por el que luchar, es que no quiero luchar por otra cosa que no seas tú. Y aunque parezca mentira, lo sigo haciendo. Siempre estoy contigo. ¿Te lo dije, no? Solo... Al fin alguien me abrió los ojos. Hizo que me diera cuenta de que yo no era la mejor opción. Y ahora no me queda más que protegerte manteniéndome lejos, pues yo fui después de todo el único mal para ti. Aun así... Aunque se que es lo mejor... No puedo evitar sentir añoranza por los días pasados. Por tu recuerdo. ¿Te cuento un secreto? Tu recuerdo es lo único que hace que siga en pie día tras día lejos de todo lo que me ha importado desde que tengo recuerdo. ¿Quieres saber algo? La primera vez en la que vi esos ojos rojizos no fue en la plaza del reloj. El tiempo se remonta un poco más atrás. Cuando eras una niña. Incluso entonces tenías esa cálida sonrisa, una sonrisa por la que olvidaba quien era cuando la veía y aun ahora cuando la recuerdo. Amo tu sonrisa. También tu mirada dulce, pero fuerte. Tus sonrojos o tu suave pero resistente carácter en general. Y echo de menos todo eso. Me gustaría saber cómo estás, pero ni si quiera soy capaz de acercarme demasiado. Odio reconocer que envidio a Kain, porque a pesar de todo es él quien está contigo ahora. El que siempre tuvo que estar contigo. Me hace pensar que irónicamente yo fui el estorbo que te intentaba proteger...De nada. Pero todo eso ahora da igual. Lo que realmente quería que supieras es que no soy capaz de olvidarte. En que a mi mente acuden a cada momento imágenes tuyas. Y.... Aunque sé que no está bien, yo también me pregunto si tú sigues recordándome o si me has olvidado. Midori, yo te...."
Zen no siguió escribiendo más. Y ahora su mirada con ese aire triste y nostálgico se fijaba en su hermosa caligrafía con tinta negra directamente de una pluma sobre el papel. Pero... Cerró los ojos, frunciendo el ceño, entristeciéndolo. Negó con suavidad... Aunque cuando derribó el bote de tinta sobre el escritorio conjunto a la pluma, haciendo una mancha que se fue extendiendo por el papel, no fue un gesto demasiado suave. Se incorporó repentinamente, llevándose una mano a la cara, entre sus flequillos azabaches, con una expresión de molestia que resultaba casi amenazante. Gota por gota, el papel se fue empapando de negro.... Si, eso es. Él era el rey del color negro. Y el negro reinaba entre las sombras. Por eso ni él ni sus pensamientos y mucho menos sentimientos debían de salir nunca de estas. Con su otra mano recogió el papel y lo arrugó haciéndolo una bola. Y sin más este fue quemándose en hermosas llamas de colores anaranjados y amarillentos. Las chispas se vieron reflejadas en sus ojos entrecerrados del color del oro, entre sus dedos, por debajo de su flequillo. Una vez el papel se hubo quemado, Zen abrió la mano, y las cenizas de papel volaron por toda la habitación. Zen se quitó despacio la mano de la cara, dejándola caer a un lado de su cuerpo. Y sin más salió de detrás del escritorio, con pasos elegantes que hacían ondear los bajos de su abrigo.
- ... Me olvidaba de algo, Midori. Yo solo soy una parte de tu historia.... Que ya terminó. Ahora tú debes de continuar la tuya....
Desvió la mirada, cargada de sentimientos enfrentados. Pero la cerró por un momento. Y al abrirla, los ojos de Zen no mostraron más que frialdad. Una frialdad carente de cualquier tipo de sentimientos.

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