La sintió llorar, aun a pesar de que no hubiese hecho ruido.
Podía notarlo de alguna manera, y se sintió culpable por ello. Por intentar
hacerla cargar con algo más. Porque sabía que si de alguna manera hubiese
llegado a ayudarle a salir de allí, entonces solo cargaría con algo más durante
el resto de su vida. Y Zen se sintió egoísta por algo así. Pero si realmente no
había otro remedio…Prefería quedarse allí y hacer lo que tenía que hacer en sus
últimos alientos de vida, porque nadie más que él podía acabar con todo eso.
Nadie más que él podía vencer a Abel, el rey de los humanos. Era él, él debía
de acabar con todo. Y quizás Midori, quizás podría encontrar esa vida feliz que
él tanto quería para ella. Quizás dentro de unos años podría tener todo eso
como un mal recuerdo y vivir de verdad. Enamorarse sin tener que sufrir. Y ser
feliz. Entonces Zen si moría, podía morir feliz de alguna manera mientras
pensase que podía salvar su sonrisa, tal y como le había prometido a Haruka
hacía ya muchísimos años. Porque él en vez de hacerla sonreír, acababa
haciéndola llorar. Como justo en aquel momento.
Lo cierto es que le sorprendió y a la vez no que ella se
abrazase a él. No se movió, no habló y ni si quiera la miró o le correspondió
el abrazo. Se quedó tal y como estaba. Al menos mientras la escuchaba. La
escuchaba infundirle esos ánimos, pero realmente no sabía si esos ánimos
consiguieron llenarlo esta vez…Pero Zen terminó por alzar los brazos muy
suavemente y finalmente corresponderle el abrazo, colocando una mano tras su
nuca y otra tras su cintura. Cerró sus ojos y ladeó su rostro hacia el lateral
del suyo, aunque no alcanzase a verla, pero allí comenzó a hablar. Y ni si
quiera tenía que ver con nada de lo que Midori había dicho.
- … La primera vez que te vi eras solo un bebé. Un dulce
bebé al que aun ni si quiera le habían salido pelos en la cabeza. Y aun así,
sus mejillas y todo ella ya lucía color. Color de luz y de esperanza. Volví a
verte después, cuando eras una niña. No creo que recuerdes esto. Pero unos
humanos intentaron secuestrarte y te salvé. Fui a matar a esos humanos, pero te
abrazaste a mí y me pediste que no lo hiciera. Que nadie merecía morir. Así que
no lo hice, por ti. Los dejé marchar y me sonreíste, de esa forma tan especial
en la que lo haces, como si me agradecieses desde el fondo de tu corazón lo que
había hecho. Años después…Cuando volví a verte, supe que eras tú aun de lejos.
Pero…Esa vez lo que vi en ti no fue una sonrisa, sino una mirada llena de
miedo. Se acababa de morir la mujer que tú creías que era tu abuela. Aun así,
al poco tiempo después, aunque pudiese ser que te hubiese secuestrado, aun
cuando te había arrebatado tu vida normal, aun cuando había muerto la mujer que
te crió y aun cuando estabas en casa de unos desconocidos, siempre tuviste una
sonrisa para todos, siempre le brindabas tu ayuda a todos. Yo pensé que no había
nada más hermoso en todo el mundo que tú. Pensé que me gustaría hacer lo que
pudiese porque siguieses sonriendo, porque siguieses dándole color al mundo. Nunca
te lo he dicho tan directamente, Midori, pero te amo. Y no puedo dejar de hacerlo.
Te siento como mi luz, aunque deberías ser la luz de todos los demás. Y haría
cualquier cosa por ti y por protegerte. Y por intentar hacerte feliz, aun a
pesar de que no lo esté consiguiendo últimamente. Por eso…
La separó un poco del abrazo, solo para mirarla a los ojos,
con una leve pero cálida sonrisa de ojos entrecerrados. Llevó una mano debajo
de su ojo, y apartó con su dedo pulgar sus lágrimas. Y luego con el reverso de
esa misma mano, un par de sus mechones. Cerró sus ojos y se acercó a ella, de
tal modo que sus labios quedasen cerca de los suyos.
- Perdóname por esto. Me prometí a mí mismo que no volvería
a besar tus labios hasta que la cosa se calmase. Pero…
Acabó por besarla, con muchísima suavidad y lentitud.
Entreabriendo de nuevo los ojos mientras lo hacía. Y repitiendo dentro de su
mente las palabras que había dicho, pensándolas. Que la amaba, que era preciosa
y que quería que fuese feliz. Y sobre todo, que ojalá le perdonase. Y no solo
por eso. La verdad es que Zen había mentido por primera vez en su vida. No
todos sus poderes habían desaparecido… Y sabía que Midori acabaría por perder
la consciencia en apenas breves segundos. Era un sacrificio enorme, y supuso
que le odiaría después de algo así. Pero Zen estaba acostumbrado a actuar como
él hacía y no como los demás le pedían. Solía pensar que sus ideas eran las
mejores. Y por ello creyó que esa era la mejor.

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