21 de enero de 2013

Prólogo




Desde hace muchos años, dos razas enemigas se han intentado ganar la supremacía del planeta mediante sangrientas guerras de larga duración. La raza humana, una raza inteligente, poseedores de una tecnología de lo más avanzada y soldados con un entrenamiento de lo más minucioso, y la raza Nodens, de apariencia semi humana, con algunos rasgos característicos, y unos poderes psíquicos y físicos que superan al de los humanos. Ambas razas han librado intensas guerras a lo largo de todos los tiempos, pero nunca ha existido un ganador supremo. Los humanos y los Nodens siempre poseían armas de extraordinario poder, ambos tenían un as bajo la manga, ambos siempre estaban al mismo nivel. 




Una adivina del mundo antiguo predijo tales cosas. En su predicción, los humanos y los Nodens darían con un poder supremo, unas piedras rúnicas ocultas, cercanas al núcleo de la tierra, en las minas más inhóspitas e insospechadas jamás imaginadas. Se recogieron pocas de aquellas piedras antes de que las minas fuesen destruidas por un grupo de terroristas reacios a las guerras, y de las pocas que consiguieron salvar, solo un puñado de ellas han llegado hasta nuestros tiempos. La predicción de la bruja hablaba sobre armas en cuerpos humanos. Aquellas piedras, recogidas en colgantes que eran puestos a los niños elegidos al nacer, convertían el alma de aquellos recién nacidos en armas.

Cada arma podría ser usada solo por una persona, no importaba si Nodens o humano, la piedra elegiría a quien debía ser llevado. Y a quien eligiese, sería nombrado como Luchador, la élite de las tropas. Tendría que ser acompañado por el sujeto que llevase el colgante, llamados Portadores, para dejarse usar en las guerras. Los portadores carecían de sentimientos, su único objetivo era ganar la batalla, fuesen humano o Nodens, y sería siempre fiel a su Luchador.

Sin embargo las batallas siguieron existiendo. Seguían siendo largas, pero cada vez el final parecía estar más cerca. Las batallas eran más sangrientas, más fuertes, más crueles, y aún así seguían siendo igual de fuertes tanto un  bando como el otro. Los peces gordos de ambos bandos empezaron a olvidar el verdadero objetivo de aquellas batallas milenarias, confundieron supremacía con poder y dinero. Los hombres, tanto de una raza como otra, se volvieron crueles, corruptos, y cuanto más nivel tendrían, y más cerca estaban de los líderes, peor aún.

Sin embargo, aquella bruja recitó otra profecía. Un día, aparecería Un Portador con sentimientos, alguien que supiese verdaderamente cuál era el sentido de la vida, y supiese distinguir entre el bien y el mal. Sería conocido como La Inocencia de Dios, un portador de alma pura que no fuese fácil de corromper. El Luchador encontraría al portador, y juntos, lucharían  no para unirse a la causa, sino para acabar con las guerras. Matarían a todos los líderes de ambos bandos, y traería la tan deseada paz a la Tierra.

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