Sus ojos bastante grandes y rojizos se clavaron dudosos en
los de su hermano. Lo cierto es que era difícil ver a Nek con expresión
apurada, aunque fuera de forma leve. Casi una gota de sudor podía verse notable
descender por una de sus mejillas. Entreabrió los labios para decir algo...Pero
su hermano, Ken, fue la que la acalló solo con una mirada, que hizo al
observarla de reojo. En esas ocasiones, aun con sus personalidades, se podía
notar quien mandaba allí. Tampoco Ken solía estar tan serio como ese día. Nek,
sin darse cuenta, había llevado una mano a la manga de su hermano, apretando la
tela de su ropa entre sus dedos. Y ahora, frunciendo el ceño, molesta por no poder
hablar, agachó la mirada. Ken, satisfecho de que su hermana le obedeciera una
de las pocas veces que parecía ''pedirle algo'', dejó escapar un suspiro por su
nariz, devolviendo sus algo grandes pero entrecerrados ojos hacía donde miraba
en un principio. Una espalda cubierta de tela negra. El silencio era incómodo,
y duradero. Y fue Ken quien decidió romperlo.
- ...¿Qué vas a hacer?
Aquella persona a la que miraban pareció volver a la
realidad, entreabriendo sus labios, aunque al agachar su cara, sus mechones
taparon casi la mitad de su, ya de por sí, sombrío rostro. Ken rodó sus ojos
hacia una de las manos de aquel al que miraba. Esta se apretaba con tanta furia
que parecía hacerse daño, además de rasgarse la piel con sus propias uñas, y
que entre sus dedos, pequeños ríos de sangre se deslizasen, corriendo por su
pálida muñeca, y algunas de las gotas yendo a parar directamente al suelo. No
solo eso, Nek se encogió un poco más sobre su hermano al escuchar un ruido que
abarcó toda la habitación, justo cuando la ventana frente aquella persona
explotó en mil pedazos sin él haber hecho ni un solo movimiento visible. Ken
hizo el amago de retroceder, además de llevarse un antebrazo a los ojos para
tapárselos por un posible accidente de aquellos cristales. Y con el brazo otro
también lo utilizó de escudo, pero sobre su hermana. Ni si quiera reaccionó
cuando al fin el tercer miembro en esa sala habló.
- ...Acabaré con esto.
Respondió finalmente a la anterior pregunta del joven
Nodens, quien ahora parecía levemente sorprendido, incluso subiendo un poco su
mirada, aun con su antebrazo alzado. Lo mismo hacía su hermana, quien ahora se
agarraba al brazo de su hermano con ambas manos. Ambos lo observaron. Miraron
como se dio la vuelta y se puso en frente de ellos, y sin embargo, tampoco
pudieron observar esa figura por demasiado tiempo, pues esta comenzó a andar,
hacia ellos. Pero ni si quiera los miró cuando simplemente pasó por su lado.
Ken siguió aquellos paso con su mirada algo más entrecerrada y ahora incluso de
ceño fruncido. Tampoco tenía mucho más que decir, solo pudo escuchar algo más.
- Gracias por todo.
Antes de ver, al menos, como esa figura acababa
desapareciendo de allí. Se había esfumado, como una ilusión. Aunque dejando
tras ella algo que no tardó en darse cuenta, cuando sintió el apretón de su
hermana sobre su brazo de nuevo. Ken volvió a mirar hacia donde aquella figura
sombría se encontraba. Las cortinas de la ventana que había acabado de ser destruida
en mil pedazos comenzaban a arder desde la parte inferior de ellas, con unas
hermosas llamas amarillas y anaranjadas, y delante de ellas, aun seguía allí
ese escritorio, solo ocupado por un tablero de ajedrez en el que solo parecían
protagonizarlo dos fichas: el rey del bando negro, y el rey del bando blanco,
el cual estaba prácticamente atravesado con un puñal. Fuera del ajedrez podrían
verse dos fichas más, de nuevo también una de un bando y otra de otro. Esta
vez, esas fichas, eran las reinas.

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